¡Hijos duplicados!

FRANCISCO JAVIER NIEVES AGUILAR

23 / Noviembre / 2018

Érika, con sus apuros y con la expectación de ver a Ilsy y a Juanito en el desfile, se desentendió de Erick, el más pequeño de mis nietos. Ya se nos hizo tarde. Ahí se lo dejo; me lo lleva a la plaza, me dijo textualmente.

Sin más remedio me hizo cargo del chiquillo. Lo cargué y lo abracé para que no sufriera alguna caída y después de media hora nos montamos en el Contour y nos dirigimos al centro.

Antes subí su carriola pero me fue muy difícil encontrar un estacionamiento en todo el centro histórico. Tuve que parquearme sobre la calle Matamoros, a espaldas del templo de San Francisco de Asís.

Para acomodar a Erick en su carriola me vi en dificultades. Ni siquiera podía abrirla. Pedí ayuda y solo así logré resolver el problema.

Luego me tercié la mochila; preparé el equipo de transmisión ¡y allá vamos!; pero también tuve dificultades para subir y bajar banquetas, ¡Qué difícil es maniobrar una carriola!

Erick cumplió ayer dos años, pero es un chiquillo tremendo. Hace gestos, se carcajea; con sus manitas jala el pelo, zarandea la nariz, las orejas y en fin.

Después de lidiar con mi nieto me dirigí a Ixtlán, pero en el trayecto cavilaba: ¿Que son los nietos? ¿Unos hijos más? ¡Noo!. Son unos hijos duplicados. Hay en ellos una prolongación que es precisamente eso: Una duplicidad en la función creadora y en la extensión de la especie.

En los nietos se alarga la vida hacia unos límites de amor que no se soñaron. Los hijos fueron el testimonio. Los nietos la confirmación. Por eso se quieren tanto. Por eso son el juguete espiritual de la edad mayor.

Un nieto es un anhelo convertido en realidad: A él le damos los besos que tal vez no le dimos a los hijos.

Y ellos nos dan los besos que quizá ya nadie nos da. Allí se reedita la juventud y el corazón palpita vigorosamente como sí fuera un corazón adolescente..

Con un nieto o nieta en los brazos tenemos al hijo. Tenemos la juventud que se nos quiso escapar un día. Tenemos el amor verdadero que nada pide y todo nos da.

Es verdaderamente maravilloso vivir esos retozos de los nietos, sus infantilerías que nos llevan a otros mundos y todo ese concierto de sus risas sonoras.

Con los nietos se revive la historia del amor y el alma vuelve a florecer.

El hogar ya viejo, se torna joven y se renuevan las esperanzas.

Los nietos son la fortuna de los años de la sensatez.

¿Que se quiere más a los nietos que a los hijos? Así parece, ¡PERO NO!

¡Lo que pasa es que en los nietos se vuelve a amar a los hijos, y se ama más a DIOS!