Numinor: Todos Santos, Día de Muertos (Octavio Paz)

Ángel Agustín Almanza Aguilar

04 / Noviembre / 2016

El título que decidimos poner e n esta entrega pertenece al capítulo III de libro citado poeta –y Premio Nobel de Literatura, ‘El Laberinto de la Soledad, texto del cual expondremos algunas partes con el papel en blanco, que me sale en la radio –‘La Miscelánea’, XHYNA, Radio- una canción muy buena y ad hoc, es decir, ‘para esto’. Veamos la letra: Mucho cuidado señores, porque la muerte anda lista/en el panteón de Dolores ya nos tiene una fosita/Para los compositores y uno que otro periodista/licenciados y doctores/todos están en la lista/Tucutucu tritracatraca/qué recanija calaca/yo me le escapé una vez/pero por poco y me atrapa/La muerte no enseña el cobre/tampoco hace distinciones/lo mismo se lleva al pobre que al rico con sus millones/uno vá e estuche de oro/y el otro en puros calzones/pero pasadito el tiempo igual de pelones ¿Qué tal, eh?

Bueno, volviendo a Octavio Paz, nos dice que somos un pueblo ritual, qué nuestro calendario está poblado de fiestas en donde el tiempo deja de ser sucesión y vuelve a ser lo que fue, y es, originariamente: un Presente en donde pasado y futuro al fin se reconcilian.

En esas ‘fiestas’ en donde el tiempo es ‘otro tiempo’. Agrega algo curioso: es significativo que un país tan triste como el nuestro tenga tantas y tan alegres fiestas (), sin ellas estallaríamos (), canto y aullido se alían en nuestros festejos, no para rodearse o reconocerse, sino para entredevorarse. Y estos festejos de ‘Todos los Santos’, Día de Muertos, son uno de ellos.

La muerte Para los antiguos mexicanos la oposición entre muerte y vida no era absoluta como para nosotros Vida, muerte y resurrección eran estadios de un proceso cósmico, que se repetía y insaciablemente () La muerte no era un fin en sí (). Vida y muerte, dos caras de una misma realidad. La vida sólo se justifica y trasciende cuando se realiza en la muerte. Y ésta también es trascendencia, más allá, puesto que consiste en una nueva vida.

Oscilamos entra la entrega y la reserva, entre el grito y el silencio, entre la fiesta y el velorio, sin entregarnos jamás. Nuestra impasibilidad recubre la vida con máscara de la muerte: nuestro grito desgarra esa máscara y sube al cielo hasta distenderse, romperse y caer como derrota y silencio. Por ambos caminos el mexicano se cierra al mundo de la vida y la muerte.

El miedo nos hace volver el rostro, darle la espalda a la muerte. Y al negarnos a contemplarla, nos cerramos fatalmente a la vida, que es una totalidad que la lleva en sí. Lo Abierto es el mundo en donde contrarios se reconcilian y la luz y la sombra se funden el ‘más allá’

El poeta, al mismo tiempo lúcido exasperado, desea arrancar su máscara a la existencia, para contemplarla en su desnudez () ¿Qué es la muerte?

Para el mexicano moderno la muerte carece de significación. Ha dejado de ser tránsito, acceso a otra vida más vida que la nuestra () El mexicano la frecuenta, la burla, la acaricia, duerme con ella, la festeja, es uno de sus juguetes favoritos y su amor más permanente.

Digamos, por último, que en el cristianismo e los evangelios, se nos promete una ‘vida eterna’, una resurrección ‘de los muertos’, al mismo tiempo que una transformación de nuestro ser, de un paso de lo mortal a lo inmortal, en la segunda venida de Jesucristo Pregunta: ¿Aquél Lázaro, una vez resucitado por Jesús, volvió a morir?...