CON PRECAUCIÓN: La sotana no hace al monje

Por
Sergio Mejía Cano

07 / Diciembre / 2015

En los portales de internet de algunos medios de circulación nacional, aparece la nota de que Vestirán a la moda a la Secretaría de Relaciones Exteriores; en donde se añade que para mejorar el aspecto de los empleados de dicha secretaría se les darán unos cursos para peinarse bien de acuerdo a la forma de la cara, vestimenta adecuada a la forma corporal, tipos de maquillaje, reglas de etiqueta, forma de sonreír y modificar el volumen de la voz inclusive.

Pues qué bien que se haga esto, pero ojalá y se ampliara a todas las dependencias gubernamentales en todos los niveles, ya que es una constante que la burocracia atienda al público con cara de pocos amigos, que hagan esperar a quien requiere de sus servicios en las diversas ventanillas de atención al público mientras terminan de maquillarse, de prepararse su café, acabarse su torta o de terminar los comentarios sobre la telenovela de más audiencia.

Queda claro que una cosa es la imagen de los empleados que atienden al público y otra muy diferente a como los tratan, así que se podría decir que de nada sirve que haya buena imagen tanto en vestimenta, peinados y sonrisas plásticas, como oficinas limpias, si el trato hacia los usuarios que van por actas de nacimiento, matrimonio o defunción, o quienes esperan que se les surta su receta médica en las farmacias del Sector Salud, o de quienes acuden a cualquiera dependencia gubernamental a efectuar equis trámite. Obvio que es algo diferente en la Secretaría de Relaciones Exteriores, ya que ahí por lo regular se atiende gente de otras partes del mundo; sin embargo, también acuden nacionales a realizar trámites de pasaportes, etcétera.

El Ferrocarril del Pacífico (FCP), en los coches de primera clase y primera especial en sus trenes de pasajeros, disponía de empleados denominados como Sobrecargos, que eran los que se encargaban de atender al pasaje acomodándolo en su asiento numerado, ayudando a colocar su equipaje en el lugar adecuado, así como estar al tanto del destino y avisar de la llegada a tal. Estos sobrecargos dependían de la rama de Oficinas y Similares; sin embargo, en 1987 en que desapareció el FCP como tal para formar parte de Nacionales de México, estos sobrecargos pasaron a ser administrados por la rama de Servicios Coches Dormitorio (SCD), y si bien el reglamento del FCP exigía a sus empleados presentarse al servicio aseados, en el reglamento de SCD se les exigía también que fueran bien recortaditos del pelo y bigote y sin barba de ningún tipo. Como estos sobrecargos estaban acostumbrados algunos de ellos a traer barba y bigote, así como pelo largo sin llegar a una larga melena, se vieron en la obligación de arreglar su apariencia tanto de cabello como de pelo en general. Pero hubo un caso especial con uno de los sobrecargos que de acuerdo a su creencia religiosa se había dejado crecer su barba, pero sin bigote, es decir, nada más lucía su barba bien recortada, nada exagerada por supuesto. Y se volvió especial este caso, debido a que mientras no se cortara la barba no lo dejaban trabajar los encargados de SCD.

Como entre tenistas y locomotoristas había muchos barbones, estos le recomendaron a este sobrecargo que no dejaban trabajar por renuente a rasurarse su barba, que demandara a los de SCD por atentar contra sus garantías individuales; lo de Derechos Humanos estaba muy incipiente y como que no daba color aún. Cosa que hizo y ya posteriormente lo vimos que volvió a trabajar con barba y todo.

Cierta vez que me tocó ir trabajando como Conductor de un tren de pasajeros, cuando todavía traían choches pulman y comedor, me di cuenta que a bordo iba como supervisor de los porteros y sobrecargos uno de sus jefes más duro y déspota con ellos, por lo que me le acerqué para comentar el tema del sobrecargo barbón que les había ganado la demanda por la barba, a lo que me dijo que era por la presentación y atención al pasaje por lo que se les exigía andar rasurados. Esto me lo decía sin dejar de mirar mi barba. Le dije, señalándole a uno que otro de sus porteros y sobrecargos que iban también viajando y nombrándole a otros, que por más alineados y recortados de su bigote y sin barba, eso de nada les servía, ya que eran muy déspotas con el pasaje, que ya me había tocado calmar a varios haciéndoles la advertencia de que se pusieran las pilas y fueran más amables con el pasaje. Me dijo que por qué no se los había reportado, contestándole que primero es la advertencia, y si no la acatan, pues luego el reporte.